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miércoles, 25 de abril de 2012

Pétalo Negro - Capítulo 2


Capítulo 2

El vuelo dura 8 horas y en todo el viaje no he podido dormir nada. Tal vez el hecho de que a mi derecha el hombre roncara y que a mi izquierda la señora me mirara mal por cada movimiento que realizara no ayudaran mucho a poder dormir. Pero yo sé, para que engañarnos, que aunque hubiera querido dormir no lo habría conseguido por los nervios. Sí, lo admito. Estoy nerviosa. Llevaba desde los 4 o 5 años fuera de ‘’mi casa’’ en España y recordaba muy amenamente cosas del lugar donde vivía.

Al salir del aeropuerto cogimos un taxi para que nos llevara lo más rápido posible cerca de Gran Vía para allí poder coger otro taxi directo a nuestra casa. Era dar muchas vueltas, pero todo era por precaución, al fin y al cabo no veníamos de vacaciones, si no huyendo de la mafia.
Gran Vía estaba repleto de gente y fue difícil moverse con maletas, tirando casi imposible, hasta la otra punta de la calle donde se situaba la parada de taxi.
En el viaje hasta mi casa me habría comido las uñas, si hubiera tenido, de los nervios que me recorrían. ¿Seguiría todo igual? ¿Podría llevar una vida normal? ¿Ya no mataría a nadie? Todas estas preguntas me siguieron hasta que otra cosa más importante se metió en mi campo visual. Mi casa.

Mi casa no era algo fuera de lo común. Estaba situado en el portal 13 de la Calle Alcalá, 3ºC. La fachada es del mismo color que el resto de los edificios de la calle, marron oscuro y el portal no era nada fuera de lo común, solo con una puerta de hierro.
Mi madre sacó la llave y entramos. Subimos por el ascensor hasta el 3º y por fín tenia la puerta que me llevaría a mi nueva vida delante. Mi madre me pasó de largo y la abrió. La verdad nunca esperé vivir lo suficiente para ver a mi madre abriéndome la puerta a mi nueva vida. Al fin y al cabo, ella fue la que me metió a la vida de mierda que llevaba.

-¿Vas a entrar o te vas a quedar ahí como un pasmarote? –me preguntó mi padre desde dentro.

Yo asentí y corrí adentro. Todo seguía igual. Los muebles, mis cosas, mi antigua vida. Corrí a mi habitación y deje las maletas y lo segundo que hice fue, reír. Sí, reírme. Hacía mucho que no lo hacía.

-¿Dónde está esa chica fría y superficial que tenía yo como hija? –me preguntó mi padre entrando por la puerta con una sonrisa.

Hacía mucho que tampoco le veía a él sonreír. Ahora me gustaba más la casa. Buenos recuerdos me llegaron de cuando vivíamos aquí. Aun recuerdo la foto que me saco mi padre riéndome, mellada, al ver que el Ratoncito Pérez se había llevado mi diente. ¿Seguiría por aquí? Un día tendría que buscarla.
Vi como mi padre salía de la habitación pero en el último segundo se giraba a mirarme.

-Por cierto deberías dormir, mañana empiezas las clases. Instituto Los Ángeles a las 08:30. SE puntual. Mira en que clase te ha tocado cuando llegues. Buenas noches.

Se fue. Estos dos días no dejaban de decirme sorpresa tras sorpresa. ¿Cómo lo habían arreglado todo tan rápido? Y pensándolo bien… ¿Por qué me importa? Me tiré a la cama de un salto riéndome. Mañana. Por una vez me gustaba decir esa palabra.


A la mañana siguiente me levante sin ayuda del despertador a las 7:00h. No sabía que ponerme y cuando me dirigí a mi armario vi que dentro había un uniforme que no era mío. Lo observe bien. Era bastante bonito. Era una falda a cuadros azul con una camisa blanca y un chaleco azul. Miré alrededor y vi unas manoletinas azules. Miré el nombre del colegio en la camisa y me asombré al ver ‘’I.E.S Los ángeles’’ ¿era mío?
Sin perder un minuto más me lo puse y recogí mi pelo en una coleta. ¿Podría quitarme el tinte negro luego?¿Y las lentillas? Tendría que preguntarlo.
Me dirigí al espejo y lo que vi no me pareció nada mal. Era lo primero de colores que me ponía desde… ni lo recuerdo.
Bajé a desayunar. Miré el reloj para ver cuánto tiempo tenía para desayunar antes de que tuviera que irme y vi que ya era las 08:12. Estupendo el primer día ya llegaría tarde.
Cogí un par de magdalenas que había encima de la mesa y salí corriendo a la puerta cogiendo por el camino la mochila que había preparada al lado de la puerta.

-¡Adiós! –grité antes de cerrar la puerta de golpe.
Había visto el instituto al venir en taxi y sabía dónde estaba, tenía buena memoria. Corrí todo lo que me permitía el cuerpo al llevar una mochila en la espalda. Parecía idiota.
Llegué a las 08:28 y entré antes de que el conserje cerrara las puertas. Recobré el aliento un minuto y después me dirigí a dirección donde me indicaron en que clase estaba y donde se situaba.
Pronto me encontré delante de una puerta. Número 13, clase 1ºD Bachiller. Llamé con la mano que menos me temblaba y abrí la puerta.

-Disculpe, ¿se… se puede?

Y dirigí mi vista hacia el frente donde debería estar el profesor y en cambio me encontré con él.

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